10 de agosto de 2006

"EL SOCIALISMO NO LLEGA POR ARTE DE MAGIA"

entrevista publicada en revista Punto Final en julio de 2006.

Felipe Melo, dirigente del Movimiento Nueva Izquierda

"El Socialismo no llega por arte de magia"


“Somos un grupo de jóvenes decididos a construir en la política nacional un nuevo camino para la participación ciudadana. Un camino que rompiendo los exiguos márgenes de ‘lo posible’, decida vencer también la exclusión confortable que viven muchos grupos, hoy acostumbrados al calor complaciente de las ideas no probadas”. Así, desafiante, pero sin grandilocuencia, se define el Movimiento Nueva Izquierda en la convocatoria a un encuentro que organizó en mayo pasado para debatir “acerca de la posibilidad de construir una nueva Izquierda en nuestro país”.

Este grupo, que aspira a organizarse como partido político “a partir de la articulación con diferentes organizaciones de Izquierda democráticas y progresistas”, está integrado por la generación que ha conducido la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) desde 1995 -cuando se refundó la Federación- hasta hoy, obteniendo importantes logros en la democratización y financiamiento universitario a través de una lucha persistente marcada por una clara línea de continuidad. Entre sus integrantes fundadores se encuentran ex presidentes de la Fech, como Rodrigo Roco, Marisol Prado, Iván Mlynarz, Alvaro Cabrera, Julio Lira, Rodrigo Bustos, Felipe Melo y Nicolás Grau-actual presidente de la Federación-, estudiantes, jóvenes profesionales y trabajadores de la cultura. También se han sumado personas de conocida trayectoria política como Manuel Guerrero Antequera y Etiel Moraga. La mayoría son ex militantes del Partido Comunista.

No es el caso de Felipe Melo, quien en materia de militancia se declara “invicto”, hasta ahora. A sus 25 años, el ex presidente de la Fech (2005) estudia ingeniería civil, es senador universitario y uno de los coordinadores del Movimiento Nueva Izquierda. Dice que este movimiento se encuentra culminando una etapa de construcción interna-iniciada formalmente en noviembre de 2005- y en pleno crecimiento. En la última elección presidencial, sin identificarse con ninguna coalición, votaron por Tomás Hirsch en la primera vuelta “por instalar algunos temas ausentes en el debate político actual”, y anunciaron anticipadamente que votarían por Michelle Bachelet en la segunda vuelta para “evitar que la derecha sume el Poder Ejecutivo a la hegemonía que ya ostenta”.

¿Qué los caracteriza como grupo?

“No estamos pegados en la típica nostalgia de la Izquierda chilena. Reconociendo nuestra historia reciente, miramos fundamentalmente el presente y el futuro. Somos un grupo universitario de acción que pasa a una nueva etapa de madurez, para abocarnos a la política nacional. El rol público no termina al egresar de la universidad. Todo lo contrario. No estamos dispuestos a renunciar a eso. Por otro lado, ningún partido político nos ha dado cabida”.

Aunque muchos fueron militantes comunistas...

“Sí, la gran mayoría de los ex presidentes de la Fech fueron comunistas. Vemos al PC como el ‘pez gordo’ de la Izquierda chilena. Esa es una constatación, y en función de eso tenemos que actuar. Pensamos que las complicaciones que ha tenido el PC, al menos en los últimos quince años, no tienen solución endógena. Es decir, todo lo bueno que pueda ser el PC tiene que venir desde afuera. Y lo mismo ocurre con cualquiera organización de Izquierda. Creemos que hay espacio y que están los líderes para la existencia de un nuevo núcleo en política -que puede llegar a tener la formalidad de un partido-, con capacidad para articular diferentes sectores y una mayoría de personas de nuestra sociedad. ¡Porque no pretendemos generar un nuevo movimiento o partido para pelearnos el 5 por ciento de la Izquierda extraparlamentaria !”.

Cuando dicen ‘articular’, ¿están pensando en otros sectores o grupos de Izquierda?

“Nuestro objetivo no es unir los grupos que conviven en la Izquierda extraparlamentaria, ni pretendemos trabajar con gente que quiere quedarse fuera del sistema político. Estamos dispuestos a asumir responsabilidades, con todo lo que eso significa. Conocemos las complejidades del sistema político chileno -que en cierta medida son parte de un fenómeno mundial- y no dedicaremos nuestros esfuerzos a tratar de convencer a antiguos personajes que circulan en torno a estas ideas, pero detrás de los cuales muchas veces no hay ningún trabajo concreto. Con Fuerza Social y Democrática, y con la SurDA nos hemos encontrado en los últimos meses trabajando codo a codo por objetivos y en condiciones muy similares. Se ha generado así un grado de confianza grande. Hemos tenido un contacto muy cercano en la Fech. Con Fuerza Social no sólo hemos trabajado por cercanía política, sino también por lo que ha significado su trabajo en el Colegio de Profesores. El año pasado trabajamos en la constitución del frente por el derecho a la educación, y este año en el Consejo Asesor de Educación de la Presidencia. Estamos haciendo una apuesta decidida a construir políticas de manera firme, participativa, con ideas y prácticas muy claras. Evidentemente, estamos dispuestos a recibir a quienes se sientan llamados por esta idea”.

MAS ALLÁ DE LO POSIBLE

Ustedes critican la ‘automarginación’ de cierta Izquierda de la lucha electoral.

“No sólo hay marginación, sino automarginación de un sector importante de la Izquierda que sigue criticando con los viejos manuales de la política, y no genera políticas nuevas. Eso es muy cómodo, porque no se producen contradicción ni contraposición de ideas. No compartimos esa postura. Un partido político que no va en busca directa de cargos de representación y de poder, no es un partido político. Nosotros estamos dispuestos a hacer un esfuerzo propositivo para generar una alternativa -que puede ser correcta o no- y a experimentar sus resultados. Nuestro objetivo no es rearticular la Izquierda chilena, sino lograr que Chile viva mucho mejor que ahora. Pensamos que se debe construir un camino directo hacia ese objetivo, lo que no significa conformarse con hacer las cosas ‘en la medida de lo posible’. Pero si tenemos una reforma previsional al alcance de la mano, hay que generar un proyecto claro que se pueda apoyar con un movimiento social masivo, con presión, con movilizaciones. Perfectamente podemos obtener un cambio en ese aspecto sin que se tenga que producir un cataclismo que cambie el sistema político chileno por un sistema socialista. Creemos que esa es la manera convocante de emprender este camino, en vez de plantearse las grandes contradicciones que nos lleven a la revolución en un momento específico”.

O sea, cambios de acuerdo con la fuerza que se tenga en el contexto actual.

“Sin duda, estamos en un período de acumulación de nuevas fuerzas para producir cambios mayores. Pero al menos nuestra experiencia nos ha hecho evidente que los cambios parciales hacen que el poder de las fuerzas progresistas vaya aumentando, y eso nos hace tener esperanzas en que los desafíos más grandes que debemos enfrentar en los próximos años sean resueltos de mejor manera”.

En su documento de debate plantean conquistar una alcaldía que hoy esté gobernada por la derecha. ¿Es uno de sus objetivos?

“Es una meta concreta de mediano plazo. En el documento también lo planteamos como provocación para quienes dicen que se han cerrado todas las puertas para la Izquierda en este sistema excluyente. Basta mirar una planilla con resultados electorales para darse cuenta que hace tres años fue posible elegir alcaldes de Izquierda en comunas que hoy están gobernadas por la derecha. Incluso bajo este sistema excluyente se puede lograr representación de grupos progresistas, de nueva Izquierda, en los municipios. Para nosotros, es una meta para las próximas elecciones municipales, en alianza con otras fuerzas”.

¿Qué formas de lucha son válidas?

“Las formas de lucha deberían ser todo lo diversas que permita la participación ciudadana. Eso excluye la violencia, no por fundamentalismo, sino porque cualquiera manifestación violenta, hoy, deja afuera a la población chilena. Basta ver lo que fue la marcha del Foro Social Chileno en 2004. Cuando hay una convocatoria clara en la que se invita a participar a toda la familia, tenemos más de 50 mil chilenos diciendo ‘No me gusta esto, estoy por una opción distinta’. Que un grupo político no sea capaz de verlo y se dedique a convocar a 20 ó 30 personas para lanzar piedras o enfrentar a Carabineros, no le veo sentido. En nuestro caso, renunciamos a la violencia como forma de obtener poder político y hacemos una invitación concreta a las más amplias expresiones ciudadanas a conseguir, mediante la generación de ideas y propuestas, lo que nos hemos planteado como objetivos, al menos en el corto y mediano plazo”.

¿Podría precisar esos objetivos?

“Se podrían definir muchos objetivos. Desde lo más general, como la justicia y la igualdad social, y que los chilenos vivamos de mejor forma -no en 50 años más, sino que en 5 ó 10 años-, hasta objetivos específicos. Por ejemplo, producir todas las reformas estructurales que requiere nuestro sistema político y que no se han producido en estos 16 años, como las reformas del sistema electoral, de la Constitución Política, de los sistemas previsional, de salud y, evidentemente, educacional. Son grandes ejes de las políticas públicas que bajo la fórmula de la Concertación se han abordado ‘en la medida de lo posible’. Hay que ir mucho más allá de lo posible. En ese sentido, el gran déficit de la Concertación es que no ha visto en los movimientos sociales un aliado para extender con movilizaciones la línea de lo posible. El millón de estudiantes movilizados para rechazar la Loce hace evidente que los parlamentarios, legítimamente elegidos, no están representando lo que quiere la mayoría de los chilenos. Por tanto, se requiere otra salida, como la que generó la presidenta. Por ahí tienen que ir los grandes cambios. Quizás el trabajo de un nuevo partido político no se organice en función de bases o células territoriales, sino de objetivos concretos que impliquen reformular áreas importantes de la política pública. Lo mismo puede pasar con el tema ambiental, que ha ganado protagonismo no solamente con proyectos contingentes -Pascua Lama y otros- sino porque existe una creciente preocupación por el entorno y porque la acción humana tiene externalidades que hoy no se están considerando. En torno a ese problema se pueden generar proyectos y cambios importantes que no encajan dentro de los estrictos márgenes del sistema actual. Van a ir rompiéndolo cada vez más, moldeándolo de acuerdo con lo que quiere la mayoría de los chilenos”.

En el caso de la educación, ¿le parece que el Consejo Asesor producirá cambios de fondo en la Loce, por su composición y el gran número de sus miembros?

“Personalmente, me gusta mucho que en un debate sobre este tema esté una empresaria de la educación como Patricia Matte frente al ‘Comandante Conejo’ (Juan Carlos Herrera, vocero de la Asamblea de Estudiantes Secundarios). Esos espacios públicos de diálogo directo le hacen falta a nuestro país. Existe consenso en el ‘No a la Loce’, pero me parece que no está claro qué queremos. Eso tiene que surgir de manera muy participativa, de una discusión importante. Por tanto, saludo esta iniciativa más allá de la composición del Consejo”.

¿Aun cuando no se logre lo que pedían los estudiantes?

“El movimiento secundario ha tenido un logro gigantesco. Pero pienso que no están claras las modificaciones que quieren lograr en la Loce, ni cuán excluyentes son la libertad de enseñanza y el derecho a la educación. Tampoco están claras las metodologías que se requieren para garantizar o fomentar la calidad en educación. Existen múltiples alternativas, las soluciones no son triviales y debe existir consenso en la población para emprender esos cambios. Hoy, generar una nueva ley orgánica constitucional para la enseñanza es una necesidad y ése es un gran triunfo del movimiento estudiantil secundario. Ahora viene la etapa de discusión, de contraposición de ideas, en que tienen que participar todos los sectores políticos y sociales. Por eso me parece positivo el Consejo Asesor, ya que abarca un amplio espectro. Puede estar sobrerepresentada la derecha y el pensamiento liberal, pero lo que importa no es el número, sino las propuestas de fondo, las ideas. Y en eso creo que un dirigente secundario, con la capacidad que han demostrado, equivale a 50 Patricias Matte y a 40 Andrés Velasco”

PATRICIA BRAVO


Las alianzas más allá de la Izquierda


¿Cuál es su postura frente a la Concertación?

“No somos y nunca seremos parte de la Concertación. Pero pensamos que los aliados, nuestros potenciales compañeros de ruta, están en sus filas. Hay que sacarse de la cabeza la idea que la Concertación es un cuerpo homogéneo. En torno a objetivos y proyectos concretos hay que sumar a todos los que estén de acuerdo, de cualquier sector de la Izquierda, de la Concertación e incluso de la derecha, si hubiera coincidencia. Los cambios que queremos hacer requieren un respaldo mucho mayor, que va más allá de los distintos grupos de Izquierda”.

¿Están en contra del modelo económico neoliberal? En sus documentos se refieren al totalitarismo de mercado.

“Absolutamente, pero eso dice muy poco. Las alianzas no pueden darse en función de ser o no antineoliberal, como parecía plantearlo el ‘Juntos Podemos’. El modelo neoliberal tampoco es homogéneo, sería muy simple entender el mundo globalizado como un mundo unipolar donde todos los gobiernos se desarrollan de la misma manera. También ‘anticapitalista’ es una definición muy simple. Si le preguntamos a la gente de la Concertación, todos dirían que se sienten anticapitalistas. Hasta Sebastián Piñera, y más de alguien de la UDI, podría decir lo mismo. Y cerca del 90% de los chilenos debe sentirse antineoliberal. Son palabras vacías que sirven para los panfletos, pero no para definir a un grupo político. Pensamos que no hay que encasillarse. Sé que en estos tiempos el problema es la ausencia de banderas, pero hoy la principal bandera es lograr que haya más gente participando en política por una mejor calidad de vida para los chilenos, sobre todo para los más desposeídos”.

¿No es inmediatista esa visión del quehacer político?

“Mucha gente me tilda de ‘pragmático’. Pero estamos intentando generar un movimiento político que tenga perspectivas de largo plazo, que pueda producir cambios importantes en nuestro país. ¿Hay algo más idealista que eso? Si queremos ampliar el círculo de gente que participe, hay que demostrarles que su participación es necesaria y que puede generar resultados concretos en un plazo razonable. ¡No vamos a esperar 50 años a que llegue el socialismo por arte de magia! Es otro mito que hay que vencer”.

La principal experiencia la han tenido en la lucha universitaria. ¿Han probado sus políticas en otro sector?

“Hemos tenido poca experiencia de alianzas con otros sectores sociales, y cuando uno se plantea objetivos tan complejos es algo imprescindible. Nosotros reconocemos lo que somos: un grupo de estudiantes o egresados de alta calificación, de formación intelectual. La mayoría de nosotros proviene del quintil más rico de la población. Es evidente que quienes participan hoy en política no son del pueblo y que los cambios van a venir -lo demostró el movimiento secundario- cuando la gran mayoría postergada de nuestra sociedad participe en discusiones con estas ideas. O con otras, porque nosotros podemos estar equivocados. Es un desafío que tenemos por delante”

P.B.

(Publicado en Punto Final Nº 618, 30 de junio, 2006)

8 de agosto de 2006

La Debilidad de los Pacíficos, por Denise Dresser

A propósito de lo que ocurre en México con la elección presidencial y su impugnación por parte del candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, parece pertinente leer una opinión clara y desapasionada como las que habitualmente entrega la politóloga Denise Desser. Ésta, aparecida en Proceso.


“La fuerza de los pacíficos”, dice Felipe Calderón. Una y otra vez. Repitiendo sin cesar palabras que también contribuyen a polarizar. Actuando como si su partido monopolizara la virtud cuando está lejos de hacerlo. Colocando a la población en los compartimientos que le convienen y desdeñando a quienes se rehusan a ocuparlos. Evidenciando todo lo que no entiende. El país complejo, diverso, de ricos y pobres, de personas que lo apoyan y de millones que no lo hacen, de quienes creen en la legalidad y de quienes dudan de su existencia, de aquellos que ya votaron y de aquellos que exigen constatar si el país lo hizo limpiamente. Las demandas legítimas. La inviabilidad del statu quo. Los agravios acumulados. Los deseos de cambio profundo. Y ante esa realidad, un “presidente electo” que insiste en más de lo mismo.

Más de los mismos spots que tantas divisiones causaron. Más de las mismas posturas complacientes que tanta animadversión generaron. Más de las mismas alianzas tácticas con el PRI que tan contraproducentes resultaron. Más del rechazo al recuento que el 70% de la población apoya. Como si los resultados de la elección no fueran un serio llamado de atención. Como si con tan sólo una decisión favorable del Trife la partición del país fuera remontable. Como si la descalificación a quienes votaron por AMLO fuera suficiente para neutralizarlos. Como si el decir “México ya votó” fuera suficiente para eliminar las dudas que López Obrador ha logrado sembrar. Como si apelar a la ley fuera suficiente para que todos los mexicanos pudieran confiar en su aplicación. Así actúa hoy Felipe: asumiendo una posición de “fuerza” que revela su gran debilidad.

En las últimas semanas, las críticas se han centrado en el comportamiento de López Obrador y con razón. Pero su adversario también las merece. Con las palabras que pronuncia y las posiciones que asume, Calderón coloca sal sobre las heridas en lugar de contribuir a su cicatrización. Manda un mensaje de continuidad, cuando millones la han cuestionado. Sugiere que es necesario preservar las reglas de juego económico y político, cuando millones las han rechazado. Argumenta que es indispensable defender a las instituciones, cuando —con la excepción de aquellas que se han creado o reformado como el IFE, el Trife, la Suprema Corte y el IFAI— muchas no existen para representar ciudadanos, sino para exprimirlos. Desde el 2 de julio Calderón se dedica a defender al sistema existente, en lugar de plantear opciones significativas para su remodelación.

Y quienes lo acompañan actúan de la misma manera. Los legisladores panistas vacacionando en un hotel de lujo en la Riviera Maya. Josefina Vázquez Mota volando en un avión privado a Monterrey, con el objetivo de recaudar fondos para la campaña mediática contra López Obrador. Televisa ignorando la marcha en la que se anuncia el plantón, e intentando tapar el sol pantalla tras pantalla. Rubén Aguilar burlándose de AMLO y todos los que votaron por él. Vicente Fox usando un desplegado de intelectuales que piden una solución institucional, para apoyar políticamente a su candidato. Marta Sahagún amenazando al legislador que investiga a sus hijos y las fortunas que han logrado acumular. Todos actuando como siempre, cuando los resultados de la elección sugieren que ya no es posible. Que ya no es deseable. Que ya no es factible. Que será necesario gobernar de otra manera, compartir el poder de otra manera, entender la democracia de otra manera.

Pero la alianza panista con Elba Esther Gordillo subraya que Felipe Calderón piensa hacerlo igual. De la mano con una de las partes más podridas del PRI. Una mujer para quien la política es siempre acuerdos en lo oscurito, telefonemas secretos, negociaciones turbias, chantajes indecibles. Alguien cuya sola existencia explica la baja calidad de la educación en México y la dificultad para reformarla. Alguien que siempre ha usado a la política no para representar, sino para extraer.

Alguien que siempre ha visto al sindicato no como un vehículo de colaboración colectiva, sino como un instrumento de control personal. Movilizando a los maestros cada vez que quiere y lográndolo el día de la elección. Llamando a Felipe Calderón “presidente electo” porque ella ha asegurado que lo sea. La mujer que contribuyó a colocarlo a un par de pasos del trono, y ahora querrá compartir las llaves del reino.

Y allí está Felipe apostando a la colaboración con los peores de siempre —Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa— a la espera de sacar, ahora sí, las reformas. Felipe Calderón ni siquiera ha llegado a Los Pinos y ya ha transmitido la imagen de cómo será cuando llegue allí. El presidente de los intereses creados, de las televisoras protegidas, de los sindicatos apapachados, de los monopolios privados. El que para ganar se ha aliado con todos ellos. El que ya aseguró que seguirán produciendo como producen, controlando como controlan, repartiéndose el pastel como se lo reparten. Impasible ante el resentimiento, impávido ante las demandas, desdeñoso ante las dudas sobre la elección, pensando que bastarán 10 puntos para apaciguar al sur del país, rechazando contar los votos cuando le resultará difícil gobernar si no se examinan otra vez.

Decía Lyndon Johnson que la tarea más difícil para un presidente no es hacer lo que es correcto, sino saber lo que es correcto. Y Calderón parece no saberlo. Insiste en dividir al país en pacíficos y violentos, en nosotros los buenos y ustedes los malos, en los ciudadanos que ya votaron y los que no tienen derecho a confirmar que sus votos se contaron bien. Al actuar de esa manera dinamita los espacios comunes antes que contribuir a su reconstrucción. Ahonda las divisiones que la elección ha revelado en lugar de ayudar a su superación. Demuestra que no entiende a los que apoyaron a AMLO y las esperanzas legítimas de una vida mejor que depositaron en él. Aprovecha los errores estratégicos de López Obrador para cerrar los ojos ante la causa necesaria que defiende.

Y Calderón dice ahora: “La mejor defensa contra los males que México ha superado y ha dejado en el pasado son las instituciones construidas con paciencia y las leyes que regulan por parejo a todos”. Lo afirma de manera categórica, cuando México no ha superado gran parte de sus males, cuando las instituciones no funcionan para muchos mexicanos, cuando las leyes se aplican de manera dispareja para personajes privilegiados como Arturo Montiel, y Mario Marín y Carlos Romero Deschamps, entre tantos más. Calderón lo afirma y subraya qué poco conoce al país, qué poco ha aprendido de la elección, qué pequeña es su capacidad política ante el tamaño del reto que tiene enfrente. El líder de los pacíficos predicando a sus conversos y alienando aún más a quienes no lo son.

15 de febrero de 2006

Until the End of the World (noticias desde el culo del mundo)

Publicado en Arucas Digital, en febrero de 2006.

Por Mauricio Torrealba

Uno. Si vas para Chile. “y verás como quieren en Chile / al amigo cuando es forastero” reza la canción. El vals, original de los años 60, fue popularizado por el conjunto “folclórico” Los Huasos Quincheros, suerte de portavoces musicales del gobierno de Pinochet, instalando lo que me parece ser el mito principal de la “identidad nacional” chilena (si es que tal cosa existe). Señor forastero, venga. Chile es en verdad un lindo país. “Naturaleza que conmueve”, es el slogan con que las autoridades del turismo nos promueven afuera. Sin embargo, si quiere ser conmovido, y además comprobar cómo lo quieren por el solo hecho de ser extranjero, traiga suficiente dinero. Más que suficiente, en caso que su lugar de origen sea Bolivia, Ecuador, Perú o Asia en general, o, si no pertenece a las etnias europeas tradicionales, lo más conveniente será pasar como visitante con intenciones de invertir. De lo contrario, ármese de paciencia y coraje. Al amigo forastero, cuando es peruano o boliviano, se lo quiere… lo más lejos posible… humillar… contratar como mano de obra barata. Digo, los chilenos somos capaces de conservar cierta compostura diplomática, siempre y cuando no aflore algún comentario acerca de las bondades de cada tierra. Dado el caso, el himno nacional será siempre el mejor entonado, nuestra bandera la más hermosa, nuestra tierra la más noble. Se lo invitará a unirse a los inmigrantes cesantes que matan el tiempo en nuestra Plaza de Armas, lugar que se ha ganado la denominación de Pequeña Lima, no sin cierto sarcasmo y desagrado. Si es descendiente inca, por ningún motivo cometa el error de decir que el pisco peruano es mejor… mucho menos que el pisco es peruano. La noble raza chilena se enorgullece de ser propietaria exclusiva del exquisito aguardiente, originaria, como todos DEBEN saber, del insignificante pueblito de Pisco, entelequia creada por los intelectuales que nos gobernaban durante los años 80, reclamando de esta forma para sí los derechos de denominación de origen de dicho brebaje. En ningún caso haga alusión a que los leones de bronce que adornan la avenida Providencia son parte del botín que nuestros valientes soldados arrancaron de la Plaza de Armas de Lima, ni mencione el saqueo del cual fue objeto su Biblioteca Nacional. Para los chilenos, los hermanos peruanos y bolivianos son gente simpática en la medida que usen sus trajes tradicionales, pero jamás deben olvidar que los derrotamos en “heroico” combate, y que el resultado de una guerra llevada a cabo hace más de 120 años marcó por los siglos de los siglos la superioridad natural que tenemos frente a ellos. Representan todo lo que no queremos ser, amén de la ignorancia absoluta que detentamos respecto de su historia prehispánica.

Sin embargo, si usted ha sido bendecido con un pasaporte europeo, venga sin ningún tipo de prevenciones. Será tratado como el pariente que viene de la madre patria a visitar a los hijos pródigos. Le haremos saber por qué, según nosotros, somos los ingleses de Sudamérica. Sabrá que éste es un país tranquilo, con bajos niveles de delincuencia, con una estabilidad política que llega a ser soporífera. Y será efectivamente conmovido por las bellezas naturales con que el Señor nos premió dada nuestra nobleza y gallardía. Se sentirá como en casa, no lo dude, lejos de todas esas repúblicas bananeras que inmerecidamente nos rodean.

Dos. Maldito Sudaca. La canción pertenece esta vez a Los Prisioneros, contestataria agrupación de rock de los 80. “maldito sudaca, maldito latino / inmundo chileno, peruano, argentino”. La banda juvenil más popular en la historia de la música nacional nos ve de otro modo. Nos iguala con nuestros vecinos, nos define en contraposición al mundo desarrollado, toma partido del lado de los sudacas, como se nos dice despectivamente en el ¿primer? mundo. El tema en cuestión asume con cierto orgullo el rol de oveja negra en el concierto internacional, planteando una fuerte crítica al capital que depreda nuestros ecosistemas y nuestras culturas, y reafirmando una identidad (si es que tal cosa existe) latinoamericana. Efectivamente, en esos años nos sentíamos así, compañeros de desventuras frente a la intervención permanente de los EE. UU., las violaciones a los Derechos Humanos, y en la lucha por la recuperación de nuestras democracias. Latinoamérica era, según otra canción del mismo conjunto, un pueblo al sur de Estados Unidos. Uno sólo. Claro, todo mucho antes del auge económico de los 90, que nos permitió convertirnos en los nuevos ricos del barrio.

Tres. We are Sudamerican Rockers. Otra ironía de Los Prisioneros, que sin embargo permite describir grosso modo lo que nos sucedería luego. La consolidación de un modelo económico se vio coronada con la elección de una Miss Universe chilena (misma que acabaría engendrando al retoño de Carlos Saúl Menem, el querido y recordado ex presidente argentino), teniendo al fin una razón para codearnos con los venezolanos. Encima, recuperamos prontamente la democracia, en jornadas ejemplares de civilidad, que aún hoy nos llenan de orgullo: nuestra propia revolución de los claveles, pero a la chilena, con un lápiz y un papel. Los nuevos gobiernos, esta vez elegidos por la gente, lejos de volver al pasado, se jugaron por administrar el modelo y estrechar aún más los lazos comerciales con Europa y EE. UU., dando lugar a envidiados acuerdos comerciales con las grandes potencias. Éramos los alumnos aventajados de la clase. El desarrollo y la prosperidad asomaban a la vuelta de la esquina. Los vecinos nos pedían a gritos la fórmula para alcanzar status similares. A fines de los 90, recorríamos el vecindario durante nuestras vacaciones exigiendo calidad de servicio, ganándonos un aprecio hipócrita de quienes veían en nuestras visitas una oportunidad económica, pero detestaban nuestra forma altiva de ser. Incluso supimos que en Ecuador se nos llamaba los nuevos argentinos (¿no habremos caído demasiado alto?). Solo nos faltaba igualar sus rendimientos deportivos (al menos ya un chileno brillaba en el Real Madrid), y ya nunca más permitiríamos que vinieran desde allende los Andes a “levantarnos las minas” en nuestras playas. Los programas de televisión comenzaron a importar lo “mejor” de los cuerpos de baile brasileños y colombianos. Nuestros narcotraficantes establecieron sus propios TLC con Colombia y Bolivia… ahhhh, nos cambiaba el pelo… incluso no nos importaba demasiado si el gobierno chileno hacía esfuerzos por zafar a Pinochet de las garras de Baltasar Garzón. En Chile, la vida si era un carnaval.

Cuatro. Todo Cambia. No era tan verdad. Efectivamente Chile creció económicamente. La visión que los vecinos tienen de nosotros es la de un país próspero y estable. Sin embargo, la gran mayoría, esa que recorría Cuzco y Quito, el Caribe, París para el Mundial de Francia, costeando sus viajes con consecutivos créditos, comenzó a bajar la cabeza. Si, ingresaban más, cada vez más, dólares y euros. Más de un millón de chilenos dejaban de ser parte de la estadística (elaborada con los parámetros de los 80) de la extrema pobreza. Sin embargo, el Chile visto por los vecinos era sólo para algunos. Informes internacionales hablaron de la brecha en la distribución del ingreso, donde una vez más destacaba Chile, con la peor del continente. Claro, había más riqueza, incluso aumentaba el salario mínimo, pero el costo de la vida había subido en la misma proporción, y el 20% más rico se seguía repartiendo el 60% de la torta, mientras que el 20% más pobre se conformaba apenas con el 4%. Se avanzaba, es cierto. Más y mejores caminos, 12 años de educación obligatoria, aumento en la cobertura de enfermedades catastróficas. Sin embargo, la equidad aparecía como un problema sin solución…

Bonus track. Michelle, ma belle. Sin más presentación. Es la canción favorita de la nueva Presidenta de la República. Suena raro, ¿no?... Presidenta… y parece no ser casual. Michelle Bachellet no solo es la primera mujer en Sudamérica que llega a la presidencia por voluntad ciudadana, sino que también su candidatura surgió de algo muy parecido al clamor popular, relegando a un segundo plano a los tradicionales candidatos definidos en las mesas políticas de los partidos. Era la Ministra de Defensa que sufría un ataque de risa durante el desfile militar de Fiestas Patrias. Fue la Ministra de Salud que presentó su renuncia al cargo cuando no logró cumplir su promesa de eliminar las largas filas en los consultorios de atención primaria, si bien los tiempos de espera se habían reducido considerablemente. La gente le creía. Era también la hija de un general constitucionalista que falleció como consecuencia de las torturas aplicadas por sus propios compañeros de armas. Encarnaba alegría, consecuencia, reconciliación con el pasado. Cuando su victoria en la urnas, medio millón de personas copó las calles de Santiago para celebrar. Las mujeres lucían bandas presidenciales al pecho, y hasta hoy caminan con la frente mucho más en alto por la ciudad. ¿Signo de nuevos tiempos? Es muy probable. Continuadora del gobierno anterior, reconoce todos y cada uno de los temas pendientes. Los vecinos ven con simpatía y esperanza este hecho. Otras mujeres esperan seguir sus pasos en Perú. Los chilenos, en general, más allá de que candidato hayamos apoyado al momento de votar, nos sentimos expectantes frente a este nuevo liderazgo. La llegada de Michelle al poder desencadena una vez más el que me parece ser un rasgo distintivo de nuestra identidad (si es que tal cosa existe): la extrema polaridad de nuestros estados de ánimo. Cuando estamos mal, somos los que peor estamos. Cuando estamos bien, nadie está mejor que nosotros.

22 de enero de 2006

Cuento por Encargo

Terminó de despertarse ya en la calle, casi al mismo tiempo que pasaba el tercer bus que lo llevaría al trabajo. Para su fortuna, la luz del semáforo detuvo al vehículo y tuvo tiempo de alcanzarlo. “Estoy de suerte” se dijo, sin reparar en que había perdido ya dos autobuses, “hoy sí será el día”. Había pasado la noche saltando de un lado a otro de la cama, conciliando apenas el sueño por algunos segundos en un par de ocasiones. No era la primera noche que se desvelaba. Llevaba casi cuatro meses en ese trance, y no lograba pensar en ota cosa. “¿Viste la nueva secretaria del piso 13?” “sí, parece como hecha a mano” “lástima que yo ya esté casado” “ja, ja, ja, lástima que tu mujer trabaje en el mismo edificio”. Los comentarios de sus compañeros no eran muy diferentes esta vez que cuando se referían a las otras mujeres de la empresa. Básicamente, las clasificaban en dos categorías, potables o no. Y eran incapaces de llevar más allá sus bravuconerías. Claro, casi todos se encontraban casados desde jóvenes, como un paso casi natural al salir de la escuela. La paternidad precoz, la necesidad de tomar el primer trabajo que permitiera hacerse cargo de la situación, las nulas posibilidades de entrar a estudiar alguna cosa. Él no. Había pasado del colegio, donde hacía poco más que visitar el aula y la biblioteca, al instituto donde había estudiado para ser contador. Sólo la ostentación de ese cargo hacía que el resto de los trabajadores le hablaran. Desde luego. Él poseía la información sobre los pagos, los aumentos, los despidos. Aparte de la señora de la limpieza, amable por naturaleza, pocos le dirigían la palabra de manera desinteresada.
Él también la había visto. Pero no fue sino hasta el final del día, luego de escuchar a los demás, que le puso atención, al coincidir por segunda vez en el ascensor. “Dios, si es una mujer hermosa”. En su vida había visto una mirada de tal dulzura. Sintió que el elevador bajaba más rápido que de costumbre. En caída libre. El corazón palpitaba en sus sienes. Como le había ocurrido con todas las mujeres en su vida, fue incapaz siquiera de mirarla a los ojos. Al salir del edificio, estaba seguro que ella no había reparado en él. Era natural, dificilmente él mismo se percataba de su propia presencia. Turbado como estaba, apenas llegó a la casa que compartía con su madre anciana. Esa fue la primera noche. A partir de ahí, la ansiedad lo devoraba. Dueños de la misma puntualidad, se topaban en el ascensor más de lo que él creía poder soportar. Al llegar al 17, salía dando tumbos, buscando rápidamente el baño para mojar su rostro. Jamás podría hablarle. ¿Qué le diría? Cualquier cosa que saliera de sus labios sonaría estúpida. El viaje en ascensor duraba escasos dos minutos cada día, contando cada detención. El ritual se repetía por la tarde. Cualquier día perdería la razón si algo no ocurría.
Se dedicó a estudiarla. Tenía casi 4 minutos casi todos los días, para observarla de reojo, desde el fondo del ascensor, entre los cuerpos de los otros trabajadores. “Es soltera” fue una de las primeras cosas que advirtió mirando sus manos. Pronto averiguó sus datos personales. No fue difícil. Él tenía acceso a la información de todos y cada uno de los empleados. Nombre, dirección, estado civil, número telefónico, estudios, fecha de nacimiento...

Ese era el día. Ella estaba de cumpleaños. Sonaría igualmente bobo, pero resultaba innegable que la sorprendería. Incluso había tomado de su biblioteca un pequeño libro, un texto mediocre que alguien le regaló alguna vez, “Poemas para leer en la Oficina”, de un autor que prefirió luego dedicarse a la venta de seguros. No era lo ideal, pero resultaría adecuado. Casual, sin demostrar demasiado interés, pero sensible, un bonito gesto, diferente de los chocolates que cualquiera podría comprarle. El texto viajaba en el bolsillo de su gabán, desnudo, sin envolver, apenas abierto alguna vez. Nerviosamente, lo había ojeado en el trayecto en autobus, sin poder retener una sola rima. “No importa... el primer paso es hablarle, que sepa que existo”.
Entró al lobby. Ella ya estaba ahí, puntual a la cita como cada día. “Hoy es el día”. Se acercó. Al menos cinco personas los separaban. ¡Ding!. Entraron todos. Intentó mantenerse cerca y esperar el momento adecuado. “Supe que estás de cumpleaños. Felicidades” pensaba, una y otra vez. Siete, ocho, nueve. “Hoy es el día” pensaba. “Disculpa, no nos conocemos, pero Recursos Humanos siempre me encarga saludar a los empleados en sus cumpleaños”. Palabras en voz alta que no sonaban. Vocablos bien articulados por una boca cerrada. Sudor. Once, doce. “vamos, habla de una buena vez”. ¡Ding!. Ella salía del ascensor, más bella que nunca. Había estado tan cerca.
Aún quedaba la tarde. Sería aún mejor. Sacaría fuerzas de donde nunca las había tenido y, además de saludarla, le invitaría un trago. Bueno, un jugo tal vez, un café, cualquier cosa. Conversarían. Se les iría la tarde dándose cuenta de las mil cosas que tenían en común. La acompañaría hasta su casa, pagando un taxi, como una atención especial de cumpleaños. Fantaseó todo el día. El encuentro sería perfecto.
La hora de salida llegó, justo como cada día, con los mismo minutos de siempre. La espera ansiosa frente al ascensor. Entrar. Tomar un lugar, esta vez más cerca de la puerta. Estaba listo. Había repasado un millón de veces las palabras. Sabía perfectamente lo que le diría. Trece. Las puertas se abrieron. Entran dos. ¡Ella no está! El sudor. La angustia. Las puertas se cierran. “¡Un momento!” se escucha desde fuera, y una mano salvadora que impide el cierre de las puertas. “Ufff, estuvo cerca”. El ascensor se detiene casi en cada piso. Él se acerca. Nueve, ocho, siete, seis. Es el momento preciso. Cuatro, tres. “ufff, aquí voy” la decisión estaba tomada. “Francisca... Feliz cumpleaños”. Su sonrisa se ensanchó y su rostro brillaba iluminándolo todo. Se veía dichosa. Sin darse cuenta las puertas ya se habían abierto en el primer piso y todos comenzaban a salir. “Mi vida, te acordaste”. Saltó hacia su cuello con los brazos abiertos. Flotaba. Lo besó.

Nunca lo había visto antes. El corazón dejó de latir y cayó entre sus pies. El librillo de poemas era estrujado dentro del gabán. Impotencia. Rabia. Desazón. Ella se abrazaba ahora con un tipo en el lobby, que sostenía una caja de bombones en una mano, y un ramo de flores baratas en la otra. “No pensé que podrías venir para mi cumpleaños. No sabes lo feliz que me haces”. Las puertas del ascensor se cerraron. Su boca nunca se abrió. Los cuatro meses nunca existieron.

M.T.