A cuatro semanas de iniciado el viaje, uno no puede dejar de sentir algunas nostalgias. No son los lugares, ni los eventos. Son las personas.
Y sin lugar a dudas, las personas de esta imagen han sido, son y serán, las más importantes. Me han acompañado siempre. Se siente su presencia a miles de kilómetros. Su cariño alimenta los momentos alegres (como el actual) y hace más llevaderos los tristes.
Es mi familia. Últimos días de 1976, principios del 77 quizá, en la parcela de Lo Cañas, lugar que de un modo u otro todos seguimos habitando desde siempre.
Mi madre, mujer maravillosa, capaz de entregar un amor absolutamente inconmensurable. Ella sufre todas mis penas... sufre también mis alegrías.
Está Cristián, mi único hermano, mi mejor hermano. Bueno como el pan, altruista como pocos, apenas comienza a hacerse notar en la barriga de mi mamá.
Y César, mi papi. Su nombre debiera aparecer como sinónimo de "bueno" en el diccionario (quizá después del nombre de mi abuelo Ramiro). Tenerlo como padre hace que uno sea incapaz de perder alguna vez la fe en la humanidad. Ahora lejos de casa, recibo de sus hermanos todo el cariño que él siempre les prodigó, y su imagen se acrecienta.
Los tres presentes en la distancia, dejándome sentir, cada cual a su modo, el amor gigante que nos une. Ahí se los dejo.
(Por cierto, la bola de grasa que sostiene mi mamá en sus brazos soy yo. Saludos paulistas para todas y todos.)
Es mi familia. Últimos días de 1976, principios del 77 quizá, en la parcela de Lo Cañas, lugar que de un modo u otro todos seguimos habitando desde siempre.
Mi madre, mujer maravillosa, capaz de entregar un amor absolutamente inconmensurable. Ella sufre todas mis penas... sufre también mis alegrías.
Está Cristián, mi único hermano, mi mejor hermano. Bueno como el pan, altruista como pocos, apenas comienza a hacerse notar en la barriga de mi mamá.
Y César, mi papi. Su nombre debiera aparecer como sinónimo de "bueno" en el diccionario (quizá después del nombre de mi abuelo Ramiro). Tenerlo como padre hace que uno sea incapaz de perder alguna vez la fe en la humanidad. Ahora lejos de casa, recibo de sus hermanos todo el cariño que él siempre les prodigó, y su imagen se acrecienta.
Los tres presentes en la distancia, dejándome sentir, cada cual a su modo, el amor gigante que nos une. Ahí se los dejo.
(Por cierto, la bola de grasa que sostiene mi mamá en sus brazos soy yo. Saludos paulistas para todas y todos.)
6 comentarios:
eras gordito, jjj. q bonito lo q escribiste, creo q hemos tenido suerte con los padres q nos tocaron, es un privilegio de pocos. y a los amigos no nos extrañas???
ola maurooooo en que lugar del mundo estás? me gustaría que me ayudaras con mi blog... quiero poner unas cosas... dale? quizas me cuentas por chat te tinca?
ursulapesse@hotmail.com
besitos y hablamos
Hola,
llegué aqui
por tu Orkut y me ha encantado tus escrituras. Muy emotivo el post...la distancia es muy dura, peo al menos tiene muy buenas cosas para recordar, eso es cosa de afortunados.
besos,
Fernanda
www.maisdemim.wordpress.com
ps: vives en mi tierra, Sao Paulo :)
Hola Mauricio, que tal???
Ví que entraste en mi orkut y leí tu blog... muy bonito o que diciste. No hablo bien español, pero tengo ganas de saberlo más.
Un abrazo,
Nostálgico meu amigo? Me fazes lembrar a música "Sampa" de Caetano Veloso.
Sucesso.
Ana Flávia
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